Una florecilla mustia.
-Basta, sólo detente ¡DETENTE!- Gritó sin poder evitarlo, la desesperación se estaba apoderando de ella. -¡¿Qué?!- Preguntó ella volteándose, su cabello castaño se movió con gracia y cayó suave sobre su hombro desnudo. -¿Qué quieres? ¿Seguirás juzgándome?- La voz le sonaba estrangulada, pues intentaba contener las lágrimas, últimamente todo era un drama con ella. -Detente...- Le susurró ella otra vez acercándose lentamente, se miraron a los ojos, Kitty tenía hermosos ojos castaños, enormes, expresivos, y ahora llenos de dolor, siempre pensó que ese era su atractivo. -Detente, pequeña.- Le dijo suavemente. Kitty apretó los labios con fuerza hasta que sólo fueron una línea en su pálido rostro, que diferente se veía ahora de la niña risueña y alegre que era antes, cuántas cosas la habían llevado hasta el borde de ese abismo en el que se encontraba, ella puso su mano suave en su mejilla , y la acarició, Kitty soltó un gemido ahogado y las lágrimas comenzaron a salir a mares de sus