Cuento
Había visto venir esa situación, la primera vez que vio sus ojos marrones, la primera vez que vio su sonrisa torcida, su cerebro le envió la señal de peligro. Primer acto: Preludio. Se enorgullecía de ser una mujer inteligente, por lo tanto, sabía cómo acabaría aquello, incluso se lo había imaginado en su cabeza como un mecanismo de defensa para ahuyentar las mariposas en el estómago. “¿cómo acabó las últimas veces?” “¿recuerdas siquiera cómo te sentiste?” “por favor, rebobina e intenta recrear el sentimiento, la ansiedad, las ganas de escribir, el corazón roto en la garganta y el daño que hace el rechazo.” Se sintió amargo en su boca. Hasta que él besó sus labios. Estaba perdida. Su rutina bien estructurada y su vida organizada se habían venido abajo. Se jactaba de ser una mujer pragmática, pero se vio sonriendo sin razón mientras recordaba una palabra o un gesto, su cerebro le gritaba con fuerza que no lo dejara entrar, pero ella negoció un espacio aquí y allá, hasta que sin dars