Conozco una mamá.
Tengo 18 años, hace 18 años mi mamá caminaba por ahí con una barrigota dentro de la cual nadaba yo pacíficamente, supongo que desde ese momento mi mamá puede ser llamada mamá, mi mamá, divertida y a veces histérica, jugaba conmigo para que no me aburriera y me hacía peinados alocados que me hacían ver graciosa, mi mamá que a veces me saca de quicio pero que sé que me ama y que sin ella la vida sería amarga. Pero mi mamá, hermosa y sensible, no es la única mamá que conozco, en 18 años uno conoce muchos tipos de mamás... La primera mamá que recuerdo, además de la mía, es la mamá de mi mamá (Cómo no) que no parece de este mundo, que no se cansa, que no envejece, que permanece joven y fuerte, luchando contra las mareas y los vientos para mantenernos a flote, hermosa, presente en la salud y mucho más presente en la enfermedad, con un llanto capaz de ablandar el material más fuerte del mundo. Conocí otra mamá, que no es mamá pero es mi mamá, mi mejor amiga, mi consejera, la que me llev