Otro grito ahogado.

Hoy venía del trabajo y me sentía exhausta, cansadísima, vieja y acabada, vi mi cara reflejada en la puerta del autobús y quién me devolvía la mirada ya no era una joven alegre y llena de sueños, ya no era la niña de largo cabello castaño con mirada divertida y pícara, era una mujer diferente, quién me devolvía la mirada era una mujer cansada y terrenal, tan simple que me dio miedo, le sonreí levemente a mi reflejo pensando "tranquila, preciosa, que vienen cosas grandes" pero ¿cómo saberlo? paramos en el semáforo dónde un grupo de estudiantes con pancartas gritaban consignas y me dieron un panfleto "Si guardáramos un minuto de silencio por cada venezolano asesinado en 2013 estaríamos callados durante 15 días." lo leí y miré a las personas a mi al rededor, a mi lado, una niña de unos 14 años con una sonrisa leve escondida en los labios, más allá, un señor sudado con ropa de trabajo y a su lado una mujer con un moño a la altura de la nuca y bellísimos labios rojos, una pareja joven que conversaba alegre, una mujer con su niña en las piernas contándole algo, un muchacho joven leyendo el mismo panfleto que me habían entregado, todos tenían algo en común, la sombra bajo los ojos, la misma que veía en mí cuando miraba mi reflejo, una sombra de cansancio, de resignación, de miedo, de excusas, de promesas, de gritos, de hambre y a veces de desesperación, volví a mirar mi reflejo y suspiré por un rato, sacando de mí el aire amargo que dejaba el trago de realidad que supone salir de mi casa, miré a la ventana y vi el sol iluminar parcialmente las altas y hermosas montañas de la ciudad que amo, verdes y enormes, y el cielo azul saludar el atardecer, cerré los ojos un momento, preguntándome ¿qué pasará? y no pude darme una respuesta, me asusté, porque pensé que no quiero quedarme para saberlo, porque creo que perdí la fe, sin embargo cuando abrí los ojos y volví a ver las montañas, y volví a mirar a la gente, y volví a ver mi reflejo, me sonreí a mí misma, dándome fuerzas, porque nunca he pensado en dar la mitad, nunca he pensado en dar menos que todo, y por lo menos yo, estoy aquí, ahora, y haré lo mejor que pueda hacer, aunque vuelva a casa del trabajo, cansada, pierda la fe, no sé si me voy a quedar a ver qué pasa, pero sé que el país tampoco va a aguantar a ver qué pasa, las sombras bajo los ojos, los gritos entre hermanos y el cansancio en los hombros caídos me lo dicen.

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