Yo, que ya valí madres.
Envuelta en un halo de magia y misticismo me convertí en la musa olvidada de un poeta que nunca surgió, yo, tan simple y compleja a la vez, tan terrible como una tormenta y tan suave como la brisa que entra por la ventana de tu habitación por las tardes, yo, a veces tan torpe, que voy por la casa desnuda, como flotando, sintiendo el frío piso bajo mis pies y tu mirada fija en mis nalgas. Yo, que siento placer de las cosas simples de la vida, la primera taza de café de la mañana, una cerveza fría en un día caluroso, el beso de bienvenida, hacerte el nudo de la corbata, un abrazo por la espalda mientras cocino, la caligrafía perfecta en mis apuntes ordenamos, el olor de mi perfume, el amor intenso. Yo, que al igual que Sabina me pregunté ¿Quién me ha robado el mes de abril? Me convertí en una compulsiva sin remedio, después de pasar demasiado tiempo siendo una pequeña, crecí de golpe, en medio de un ambiente hostil, miradas desesperadas, comentarios hirientes y risas histéricas, crecí