Mentes abiertas, manos dispuestas.
Deja de pensar...
Te hice caso, mi mente quedó en blanco y sólo sabía que estábamos ahí, y que era lo correcto, dejé de pensar y comencé a sentir, diez veces más de lo que pensé que podría.
Recorrí tu cuerpo con las puntas de mis dedos, dejando una estela de deseo a cada paso, un poquito de locura en cada beso.
Te susurré al oído todas las verdades que nunca dije, y comencé desabotonando poco a poco tu camisa mientras tus manos se perdían en mi blusa.
Yo no pensaba ¿Para qué pensar? Eso era cosa del cuerpo, y nos guiaba el instinto, entre mordidas y rasguños, ve a saber qué se hizo la ropa.
Cada gemido era música en mis oídos, cada estocada me hacía rozar el cielo con los dedos, pero descendía de la misma manera, lenta y placentera.
Tus dedos escondidos en mi cabello, mientras susurrabas cuánto me amabas, y tu nombre en cada uno de mis suspiros, no sé exactamente en qué momento exploté, pero sé que pude saborear la gloria, luego caí sobre ti, agotada de tanto amar.
Y me susurraste al oído;
-“Eres mitad mujer, y mitad sueño.”-
-R. Tagore.- Confirmé sonriendo.
Y descansando sobre tu pecho desnudo, mientras acariciabas suavemente tu espalda, entendí que todo era cuestión de tener las mentes abiertas, y las manos dispuestas.
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