Principito.

Estoy viendo el atardecer, me hace sentir un poco nostálgica, quizá porque he leído tanto que todo lo que miro me recuerda un párrafo.
-Una vez vi ponerse el sol cuarenta y tres veces.-
Y más tarde añadiste:
-Sabes… cuando uno se siente muy triste, le gustan las puestas de sol.-
¿Tan triste estabas el día de las cuarenta y tres puestas de sol?”
No sé si estaba tan triste, no lloraba, pero el corazón me dolía, a veces, cuando me siento más triste que nunca, no lloro, porque ni siquiera eso me hace vaciar el corazón y drenar la pena, no me entiendo la mayoría del tiempo, pero ya saben “Es tan misterioso el país de las lágrimas” Decidí esconder mis sentimientos, no sé si quiero darle a alguien el poder de destruirme, no de nuevo, porque las personas suelen aprovecharse de tus debilidades una vez que las conocen, por eso alzaré mis muros otra vez, como espinas aunque “Las flores son débiles. Son ingenuas. Sus espinas les dan confianza; se creen terribles con ellas.”
A estas alturas ya no me culpo de nada, sé lo que hice mal, pero definitivamente no es tan doloroso como todo lo demás, una parte de mí se siente muy bien y muy tranquila, en algún momento pensará “No supe comprender nada en aquel momento. Debía haberla amado por sus actos, no por sus palabras. Me perfumaba e iluminaba mi vida. ¡No debí nunca huir! Debí haber vislumbrado la ternura a través de sus pobres argucias. ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saberla amar.” Porque aunque todas las flores somos iguales, para él un día fui diferente, ahora no le importa que flor tomar, o sólo escogió una flor que para él es distinta, y de nuevo yo soy igual a otras diez mil flores, no le pido nada “Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar.” Sé que él no me puede dar amor, no me puede dar cariño, no me puede dar absolutamente nada bueno, porque es en definitiva un adulto, y no mira con el corazón, “Lo esencial es invisible a los ojos.” A veces incluso me pregunto si tiene uno. Pero al final “Es mucho más difícil juzgarse a uno mismo que juzgar a los demás.” Y yo estoy juzgando demasiado.
Pasa que me domesticó, y mi zorro ya no era como otros diez mil zorros, y yo ya no era como otros diez mil niños, y quizás el trigo no le recuerde mi cabello, pero estoy segura que las estrellas aún me recuerdan su risa, aunque mi zorro ya no es el zorro que yo quería, aunque ya no lloro cuando se va.



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