Adiós, antes de echar raíces.

He pasado un par de días pensando en el momento oportuno de decir adiós.
No te amo, pero me pasa que me he quedado enganchada de ti, de tus abrazos fuertes y tus modos bruscos, de tus inseguridades tapadas bajo capas de arrogancia y de tus excusas. No te amo, pero te quiero, y me pasa que me he quedado pensando si podría funcionar.
El momento oportuno de decir adiós.
Desde que te di la mano he querido despedirme, no, desde que te sonreí por primera vez.
Porque fue en ese momento, ese terrible momento, ese fatídico segundo en que acunaste mis mejillas con tus manos y me susurraste "Te quiero..." en que el mundo me dio un vuelco. Hasta entonces todo había sido demasiado superficial.
Desde ese "Te quiero..." he querido irme, pero me senté, y fui corriendo los días para mi partida, y ahora me da miedo comenzar a echar raíces.
No me fui cuando debí.
En los desacuerdos.
En las querellas.
No me fui cuando te apuñalé por la espalda.
Me quedé.
Hasta hoy. 
¿Cuándo es el momento oportuno para irse? 
Simple...
Cuando ya no encuentras tu lugar.
Cuando deja de importar tu esfuerzo.
Cuando comienzas a ser una pieza del mobiliario, que está ahí y sólo adorna.
Ya una vez pasé por esto, y me di cuenta que nadie vale la pena realmente, que estoy sola, y que es mejor irse antes de echar raíces, porque una vez que te acostumbras, como cuesta coger el equipaje. 


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