Agradezco.

Finalmente decidí usar toda mi fuerza de voluntad para dar la vuelta e irme. Finalmente decidí que es tiempo de rendirme, de soltar ésta cruz con la que caminé mucho más allá del Calvario. 
Finalmente me di cuenta que nada de lo hice o dije valió la pena. 
Gracias por empujarme a la salida.
Gracias por finalmente abrirme la puerta que tuve tanto tiempo frente a mí.
Gracias por demostrarme que no te importo, y que realmente mi presencia o mi ausencia harían igual efecto en tu vida.
Ahora puedo seguir caminando.
Finalmente decidí seguir sin tener que arrastrarte conmigo.
Gracias por demostrarme aquello que no merezco, gracias por no calmar mi desesperación y mi incertidumbre porque fue precisamente tu indiferencia a mi sufrimiento la que me golpeó tan fuerte que me hizo salir de mi letargo. 
Gracias por darme todo a medias, porque me diste la oportunidad de darme cuenta qué faltaba, y ya no volveré a cometer el error de recibir migajas y vivir en medias tintas.
Gracias por la poca importancia que le dabas a mis problemas, finalmente después de tanto entendí que sólo yo misma puedo resolverlos, que sólo yo puedo amarme lo suficiente para preocuparme por mí.
Gracias por hacerme llorar todos los días, gracias por hacerme esperar, por confundirme con señales diversas y esperanzas efímeras. 
Gracias por no quererme como se debe. 
Gracias por mostrarme que sí es mejor estar sola, que mal acompañada. 
Agradezco cada día, cada rabieta, cada lágrima, cada duda, cada suspiro, cada miedo y cada esfuerzo que no valoraste.
Agradezco esa herida que no quería hacer sanar.

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