Simplemente tenerse.

Venía ese momento, ese terrible pero ansiado momento en que finalmente iba a tenerlo frente a ella, sólo para ella, todo para ella.
Estaban frente a frente y no se le ocurría qué decir, probablemente nada de lo que dijera sería la palabra correcta, porque todo se convertía en un sacrilegio al momento de tenerlo ahí.
-Tómame.- Murmuró finalmente. -Tómame entera.-
Y él obedeció, la besó con ternura primero, como pidiendo permiso, y al verla ansiosa, con pasión y desenfreno, finalmente pudo dar rienda suelta a todo aquello que sentía, pudo volver realidad todas las fantasías que había imaginado en las noches de insomnio, la tomó por los muslos e hizo que enrollara sus piernas en sus caderas para llevarla a la cama, aunque sinceramente podría tomarla allí mismo, pero sentía que se merecía lo mejor.
La besó hasta que necesitó respirar, le arrancó la ropa a tirones y finalmente la tuvo como quería, desnuda y pequeña frente a él, toda para él, sólo para él. 
-Eres deliciosa.-
Y ella sonrió mirándolo traviesa. Esa mujer sí sabía cómo volverlo loco. 
Y lo demás es historia.
En ese momento supo que el verdadero sentido de la vida estaba entre sus piernas. 
Y ella se arrodilló frente a él cómo si fuese un altar, porque aquel placer celestial parecía lo más cercano a la salvación. 
Las palabras obscenas que salían de su boca eran la forma más sincera de expresar lo que sentían, las mordidas y los besos torpes esparcidos por el cuerpo eran el único idioma realmente comprensible en aquel vaivén rítmico que habían comenzado.
Y explotaron de placer.
Al salir de ella casi pudo ver el frío que se apoderó de su cuerpo, así que la abrazó tan fuerte como pudo, escondió la nariz en su cabello que olía a perfume y ella depositó besos tiernos en sus labios que nada tenían que ver con lo que acababa de pasar.
Y se miraron a los ojos, sin decir nada, por largo tiempo, ella acariciaba su mejilla con suavidad y él se sentía flotando en una nube.
Ojalá pudieran simplemente tenerse.