Consumirse
Se sintió frustrada, era un sentimiento constante, en realidad, desde que comenzó a hablarle cada vez que pensaba en él pasaba del placer a la frustración en unos segundos.
Lo quería tener, maldita sea, quería tenerlo cerca, besarlo, susurrarle cosas al oído, abrazarlo, oler su piel, sentir su tacto, quería saber si su cabello era suave, si sus manos estaban ásperas, el color exacto de sus ojos, quería tenerlo cerca, junto a ella, dentro de ella, no importaba realmente.
Quería saber cómo se sentiría hacerle el amor, cómo se sentiría dormir entre sus brazos grandes, escuchar su respiración, sentir sus besos calientes en todo el cuerpo.
Más allá de eso, más allá del deseo físico que la consumía, ella quería saberlo todo sobre él.
Quería saber cómo se escuchaba su risa, cómo sonaba su voz, cómo iba a reaccionar cuando le dijera todo lo que quería de él, quería ver su sonrisa, porque casi podía imaginarla, quería saber si había sufrido, si había sido feliz, cuándo fue el día más triste de su vida, y el más alegre.
¿Es posible? Querer saber todo de una persona, querer escucharlo por horas, compartiendo desnudez, mientras te acaricia la espalda.
¿Es posible? Desear y extrañar algo que nunca has tenido.
No tenía una respuesta para sus interrogantes, pero tampoco podía encontrar una respuesta para el deseo y la ansiedad de tenerlo que crecía en su pecho.
Aunque no hablaran por días, ella lo recordaba constantemente, al menos una vez durante el día, se preguntaba si pensaba en ella.
Y muchas veces -como ahora- ella casi puede imaginarlo abrazado a su cintura, repartiendo besos en su vientre, arrodillándose ante ella como si fuese una Diosa para bebérsela entera.
Debe ser un pecado, sentir tanto y tener tan poco.
A veces se siente como una niña, fantaseando por las noches con unas manos que la acarician y le susurran las cosas que él escribe para ella.
¿No es estúpido, acaso? Tener miedo de dar un paso más, y terminar de consumirse.
Lo quería tener, maldita sea, quería tenerlo cerca, besarlo, susurrarle cosas al oído, abrazarlo, oler su piel, sentir su tacto, quería saber si su cabello era suave, si sus manos estaban ásperas, el color exacto de sus ojos, quería tenerlo cerca, junto a ella, dentro de ella, no importaba realmente.
Quería saber cómo se sentiría hacerle el amor, cómo se sentiría dormir entre sus brazos grandes, escuchar su respiración, sentir sus besos calientes en todo el cuerpo.
Más allá de eso, más allá del deseo físico que la consumía, ella quería saberlo todo sobre él.
Quería saber cómo se escuchaba su risa, cómo sonaba su voz, cómo iba a reaccionar cuando le dijera todo lo que quería de él, quería ver su sonrisa, porque casi podía imaginarla, quería saber si había sufrido, si había sido feliz, cuándo fue el día más triste de su vida, y el más alegre.
¿Es posible? Querer saber todo de una persona, querer escucharlo por horas, compartiendo desnudez, mientras te acaricia la espalda.
¿Es posible? Desear y extrañar algo que nunca has tenido.
No tenía una respuesta para sus interrogantes, pero tampoco podía encontrar una respuesta para el deseo y la ansiedad de tenerlo que crecía en su pecho.
Aunque no hablaran por días, ella lo recordaba constantemente, al menos una vez durante el día, se preguntaba si pensaba en ella.
Y muchas veces -como ahora- ella casi puede imaginarlo abrazado a su cintura, repartiendo besos en su vientre, arrodillándose ante ella como si fuese una Diosa para bebérsela entera.
Debe ser un pecado, sentir tanto y tener tan poco.
A veces se siente como una niña, fantaseando por las noches con unas manos que la acarician y le susurran las cosas que él escribe para ella.
¿No es estúpido, acaso? Tener miedo de dar un paso más, y terminar de consumirse.
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