91 años de soledad.

Hoy se cumplen 91 años del nacimiento de Gabriel García Márquez, escritor, periodista, premio Nobel de Literatura y figura mítica de la cultura latinoamericana. 
Mi amor por la literatura sobrepasa incluso mis principios políticos, mientras que en la política me causa gracia el romanticismo absurdo de la izquierda, en la literatura me declaro una romántica empedernida y una total amante del realismo mágico, por algo mis tres libros favoritos son: La casa de los espíritus de Isabel Allende, Rojos de Bárbara Gelb, y cómo no, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, no precisamente en ese orden. Irónico pero cierto.
A causa entonces de mi vena romántica, decidí dedicarle un post a Gabo, aunque fuese íntimo amigo de Fidel con todo mi amor, y por supuesto, con la admiración de una humilde pseudoescritora en las sombras.
La primera obra de García Márquez que leí no fue Cien años de soledad, fue Memoria de mis putas tristes y aunque me atrapó y lo devoré en dos días, no pueden esperar que una niña de quince años se enamore de un viejo triste y solitario, cuando tenía diez años, vi el montaje de El Coronel no tiene quien le escriba, la vi desde un lado del escenario, sentada en el piso entre los telones, maravillada con aquella obra a la que no pude entrar como espectadora por ser muy pequeña, pero que gracias a una tía estrafalaria tuve el privilegio de presenciar.
Finalmente, cuando cumplí dieciséis, esa tía hizo traer de Caracas todas sus pertenencias y el viejo y roído libro de Cien años de Soledad llegó como una reliquia fantástica entre guiones de obras de teatro y otros libros menos míticos. Desde entonces lo he leído cinco veces.
Leí el libro en muy poco tiempo, con un hambre atroz que me hizo devorarlo en dos días, reí a carcajadas, lloré de tristeza y de rabia, me enamoré y hasta hice en una pizarra una especie de árbol genealógico la segunda vez que lo leí (más detenidamente) para no perderme entre los nombres y los azares del destino de los protagonistas. Al leer Cien años de soledad, entendí porque Clara de La Casa de los espíritus decía que no le gustaba repetir los nombres en la familia, porque creaba confusión en los cuadernos de anotar la vida. Entre un montón de Aurelianos y José Arcadios, encontré al amor de mi vida, la historia de los Buendía. 
El final del libro me dejó con un sabor amargo en la boca, lágrimas en los ojos y sentimientos encontrados, debo aceptar que si leí el libro más de una vez fue únicamente para volver a sentir ese mar de emociones al leer el final. 
Por eso quiero desearle feliz cumpleaños a Gabo, donde quiera que esté, porque me enseñó que Macondo, más que un pueblo es un estado de ánimo, que el amor soporta los tiempos del Cólera, que todo suena más bonito en español, que no está mal soñar y que si tienes un buen libro para leer, nada importan cien años de soledad.


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