Como ying y yang.
Caminaba apresurada, sus rizos castaños se movían violentamente al compás de su paso y el contoneo de sus caderas hacía que su falda a la rodilla tuviese un movimiento divertido, él sólo caminaba a su lado, observándola. Hacía siete meses que conocía a aquella chica de profundos ojos cafés, la vio sentada en la sala de espera de un dentista y comenzó una conversación con ella como quien no quiere la cosa, para terminar saliendo a tomar un café y cinco meses después pidiéndole que fuese su novia, él no podía creer su suerte, ella era tan hermosa, sus 160 centímetros en totalidad, desde sus rizos castaños hasta las pecas que abarcaban sus mejillas y parte de su nariz, su cuello pálido y estilizado, su hermosa cintura, sus piernas torneadas y aquellos pequeños pies que a él le parecían tan graciosos, la amaba, simplemente la amaba. Ella parecía ir ajena a todo, tomado de su mano iba el chico moreno que había conocido en el dentista y que le había parecido tan molesto... un hermoso mor