Un libro.
Caminó cabizbaja, tenía tanto que esconder, y a la vez nada, se sentía sola y vulnerable, tonta y pequeña, sonreía pequeño mientras leía su libro y sus ricitos rebeldes se colaban sobre sus ojos, y acariciando sus mejillas llenas de pecas traviesas, estaba ajena al mundo, porque la soledad que sentía era tan grande, que comenzó a pensar que si estaba sola, y entonces suspiró, un suspiro cargado de cansancio, de molestia, de frustración, de esos suspiros que dicen "Esta es la última vez." Y levantó la cara, con su nariz apuntando al cielo, siguió caminando, parecía segura pero en realidad apretaba el libro de fantasía contra su pecho, con fuerza, como si fuese un escudo, lo único capaz de salvarla en caso de un abuso, y de alguna manera así era, porque toda su vida se había refugiado en los libros para esconder su seguridad, detrás de una inteligencia que no siempre utilizaba en la escuela, detrás de un cabello enmarañado y alborotado, detrás de unas gafas, detrás de un libro, detrás de un libro, detrás de un libro... de un libro.
Sus fieles amigos, sus escudos, donde huía cuando se sentía demasiado humillada para enfrentarse al mundo real, un libro donde no era un ser invisible, sino una heroína, una guerrera, una bruja, una diosa, una mujer, una persona.
Y podía enamorarse, amar y ser amada mediante ese libro, mediante ese tesoro, y aún puede hacerlo, aún prefiere enamorarse de Jaime, de Theodore, de Alessio, de Romeo.
Pero siguió caminando, con la frente en alto, con su naricita respingada señalando hacia arriba, y mirando a todo el mundo, buscando su Jaime, su Theodore, su Alessio o su Romeo entre la gente.
Pero siguió caminando, con la frente en alto, con su naricita respingada señalando hacia arriba, y mirando a todo el mundo, buscando su Jaime, su Theodore, su Alessio o su Romeo entre la gente.
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