Una sonrisa.
Una sonrisa, esa sonrisa que haría que el orco fuese el lugar más hermoso del mundo, esa sonrisa se asomaba en sus labios carmín, no, no era una sonrisa normal, no era una sonrisa por inercia, era una sonrisa especial, tímida, un secreto, un solecismo, porque esa no debía ser una sonrisa, debía ser una mueca de asco, de miedo, de rabia.
Pero ¿quién era ella para decir que debía sentir? ya no lo sabía, no sabía que era esa presión en el pecho. ¿Miedo? Por supuesto que no, ella dejó de sentir miedo cuando él se apareció en su vida. ¿Tristeza? Mucho menos, esa palabra era un recuerdo lejano. ¿Amor? Quizá eso era, pero no se sentía como amor, aunque no sabía exactamente como se sentía el amor.
Se sentía medio llena, medio vacía, medio blanco, medio negro, medio bien, medio mal, pero completamente agraciada, sí, ni ella lo entendía.
Entonces, como buena mujer que era, comenzó a buscar respuestas, las buscaba en sus zapatos de tacón, pero ellos no se ponían de acuerdo y sólo le causaban dolor de pies. Las buscó en un pie de limón, pero antes de que él pudiera hablar, se lo comió a bocados pequeños. Lo buscó el películas románticas, pero su propio llanto le impidió oír las respuestas.
Entonces dejó de buscar, se sentó y se resignó, bufó exasperada, y ahí, lo vio pasar, y no hubo una mueca de asco, ni de miedo, ni de rabia, hubo de nuevo una sonrisa, entonces lo entendió, era eso y nada más, una sonrisa.
Pero ¿quién era ella para decir que debía sentir? ya no lo sabía, no sabía que era esa presión en el pecho. ¿Miedo? Por supuesto que no, ella dejó de sentir miedo cuando él se apareció en su vida. ¿Tristeza? Mucho menos, esa palabra era un recuerdo lejano. ¿Amor? Quizá eso era, pero no se sentía como amor, aunque no sabía exactamente como se sentía el amor.
Se sentía medio llena, medio vacía, medio blanco, medio negro, medio bien, medio mal, pero completamente agraciada, sí, ni ella lo entendía.
Entonces, como buena mujer que era, comenzó a buscar respuestas, las buscaba en sus zapatos de tacón, pero ellos no se ponían de acuerdo y sólo le causaban dolor de pies. Las buscó en un pie de limón, pero antes de que él pudiera hablar, se lo comió a bocados pequeños. Lo buscó el películas románticas, pero su propio llanto le impidió oír las respuestas.
Entonces dejó de buscar, se sentó y se resignó, bufó exasperada, y ahí, lo vio pasar, y no hubo una mueca de asco, ni de miedo, ni de rabia, hubo de nuevo una sonrisa, entonces lo entendió, era eso y nada más, una sonrisa.
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