Buenos días, princesa.

Él sólo podía observar la forma en que sus dedos tecleaban rápido, en que sus ojos leían ávidamente las líneas en la pantalla, como tomaba el lápiz y anotaba algo de vez en cuando o mordía la punta distraída, le gustaba la forma en que se acomodaba los lentes en el puente de la nariz, y parecía no parpadear. 
Tenía el cabello recogido en un moño alto y desordenado y su cuello quedaba al descubierto, le gustaba ese pedacito de piel que se asomaba entre el cuello de la camiseta y su cabello, con piel suave y finos vellos rubios, le hacía gracia, sólo pensaba cómo se sentiría pasar sus dedos por ahí, ella pareció salir de un letargo y se volteó a mirarlo, sonrió levemente.
-¿Qué pasa?- Preguntó sonriente.
-Es sábado...- Murmuró él. -Vamos a bailar, llevas mucho rato estudiando.- Dijo acercándose y acariciando ahí donde tanto había observado.
Ella se estiró y asintió. -Vamos a bailar.- Dijo sonriente, y se levantó para ir a arreglarse. 
Otra cosa que le encantaba, verla arreglarse. 
Mientras ella terminaba de ordenar su escritorio él tomó una ducha, se vistió y se peinó, cuando ella entró a la ducha él estaba listo, le gustaba arreglarse antes para observarla mientras lo hacía porque parecía tan tranquila, tan sola. 
Salía envuelta en una toalla rosa y con el cabello húmedo, olía a champú y a ese gel de baño de mango que usaba, se paraba frente a su peinadora y se ponía sus perfumes y desodorantes, terminaba oliendo a algo tropical y fresco, se maquillaba aún en toalla, y en verano, lo hacía totalmente desnuda, eran sus días favoritos, le gustaba ver como se concentraba en verse hermosa.
Luego frente al clóset se probaba mil vestidos hermosos -o se veían hermosos en ella- y terminaba poniéndose su primera opción, ese día llevaba unos tejanos a la cintura y una blusa totalmente escotada en la espalda que le daba un aire hippie muy divertido, el cabello le rozaba la espalda desnuda y se veía un poco más alta gracias a unos pequeños zapatos de tacón.
-Vamos.- Susurró sonriente depositándole un beso en la mejilla y tomando su chaqueta.
Cerca de su departamento había un bar que solían frecuentar porque ponía música variada y divertida, a ella le encantaba, y a él le encantaba verla sonriendo con una cerveza en la mano, bailando y moviendo las caderas de un lado a otro.
Cuando llegaron estaba casi lleno, era un poco tarde, ella puso su chaqueta en el respaldar de una silla, él se sentó y ella fue a la barra por unas cervezas, le encantaba eso de ella, él era un caballero pero ella era sumamente independiente y tranquila, volvió con unas cervezas y le entregó una a él, levantó la suya para brindar.
-¿Y para los enfermos?- Preguntó sonriente.
-Salud.- Dijo él riendo, y sus botellas chocaron, la cerveza fría y la imagen de ella tomando un largo trago fue una ventisca fresca, la tomó por la cintura y la besó con fuerza, no podía creer que después de tres años ella siguiera encantándole a ese punto.
Ella comenzó a cantar y mover las caderas al ritmo de una canción, se veía tan hermosa, cantando a todo pulmón y contoneando las caderas de un lado a otro, su cabello le rozaba el trasero cuando ponía la cabeza hacia atrás, él puso su mano en la cintura de ella y lentamente bajó hasta ponerla en sus nalgas, ella lo miró con los ojos entrecerrados y él soltó una carcajada.
Antes de conocerla no sonreía tanto, pensó, antes de conocerla su vida era tan aburrida, ella le había traído vida y color a su mundo, bailaron, al final de la noche con varias cervezas encima no quería quitársela de encima, le gustaba como bailaba salsa, moviendo su bonito trasero, poniendo a volar su imaginación, poniendo sus manos en el aire y meneándose. 
Cuando cerraron ambos estaban alegres, volvieron a casa y ella tenía esa sombra sensual en sus ojos, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó con cariño.
Otra faceta suya que le encantaba, la mujer salvaje y sensual. 
Lo tomó de la mano y caminaron al baño, ella lo desvistió con ternura mientras él la observaba sonriente, luego él la imitó y le quitó la pequeña blusa de un tirón dejando sus pechos pequeños al descubierto, la besó hasta cansarse y encendió la ducha.
Se metieron e hicieron el amor una y otra vez, y otra vez en la cama, hasta quedarse dormidos abrazados, ella se durmió casi en seguida, pero él no, él la observó durante largo rato, hasta que ella casi se montó sobre él y así se durmió.
Al despertar sintió el vacío en la cama, se levantó a lavarse los dientes y escuchó un viejo rap venezolano sonar en la cocina, se asomó silencioso y la vio, con el cabello recogido y su camiseta, que casi no le tapaba las nalgas en esas braguitas rosadas. 
Movía el culo de un lado a otro mientras cantaba suavemente y cocinaba huevos revueltos, ella odiaba los huevos, pero los preparaba para él, se acercó lento y le dio una nalgada, ella se sobresaltó y sonrió.
-Buenos días, princesa.- Le susurró.

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