¿Qué te hace feliz?

Hay muchas cosas que no puedo recordar, por ejemplo, no puedo recordar la primera vez que sentí amor por alguien ajeno a mi familia, no puedo recordar la primera canción que me aprendí de memoria, no puedo recordar mi programa de televisión favorito de la infancia, ni la primera vez que me reí de un chiste buenísimo, pero definitivamente puedo recordar cuál fue el primer libro que leí entero por primera vez. 

Mi iniciación a la lectura fue muy temprana, yo me eduqué con mi abuela, una mujer estricta pero amorosa que sabía enseñar mejor que nadie, jamás me habló demasiado fuerte, jamás me reprochó leer demasiado lento, "cuenta hasta cinco en tu mente cuando veas un punto y aparte y hasta dos cuando veas una coma, entonces continúa." así fue como me enseñó la que se convertiría en mi mejor amiga, mi mejor medicina y que en estos últimos años me ha salvado del terrible abismo en el cual estaba cayendo por culpa de esta terrible enfermedad que te hace sentir miserable.

Recuerdo como devoraba las enciclopedias por tomos que compraba mi abuela, mi favorita era una que se llamaba "el mundo de los niños", en especial el décimo tomo, "lugares maravillosos". Desde que tengo memoria he tenido una mente inquieta y curiosa, mi amor por ese libro creció de manera tal que, como pasa muchas veces en la vida, acabé haciéndole daño y mi tía Alicia, que me quería mucho, lo tuvo que reconstruir con sus manos ágiles para que yo pudiera leerlo como antes.

El libro hablaba sobre las maravillas del mundo antiguo, y yo me imaginaba bajo el Gran Coloso de Rodas, rodeándole el dedo del pie con los brazos, o entrando al gran templo de Artemisa, también hablaba de lugares que causaban admiración, sitios donde se gobierna o se reza, tumbas y sepulcros, mi favorito, lugares embrujados y sitios raros y curiosos, mencionaba incluso las torres petroleras en el Lago de Maracaibo, y yo pensaba que si había lugares maravillosos tan cerca de mí, probablemente podría visitar todos los que aparecían en el libro, o bueno, los que seguían en pie.

Pero la primera "novela" que leí, la primera que leí entera, se llamaba "Un monstruo en los cereales" era una novela infantil de apenas 58 páginas escrita por Marie-Francine Hébert, recuerdo que me hizo llorar, tenía siete u ocho años pero desde que recuerdo siempre fui una niña sensible.

Uno de esos años, por mi cumpleaños, le pedí a mi mamá una biblia, no soy una mujer religiosa, diría que ni siquiera soy demasiado espiritual, nunca sentí curiosidad por Dios, para mí siempre aplicaba esa frase de Benedetti "yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le molesta mi duda." Pero estudié en un colegio católico, donde nos leían algunas historias de la biblia, en mi opinión, real o ficción, se veía como un libro sumamente interesante, además entre los montones de libros que estaban escondidos por mi casa encontré una biblia para niños con dibujos, y yo quería una versión más completa, pero mi mamá me compró otra biblia para niños, en la librería San Pablo, la cajera dijo algo sobre lo bonito que era que una niña pidiera una biblia de cumpleaños pero yo solo estaba ansiosa por saber cómo es que Noé pudo reunir tantos animales desde todos los lugares del mundo.

Por supuesto pasé noches enteras leyendo sobre Caín y Abel, David y Goliat y el pequeño y pretencioso Jesús.

Luego, no sé dónde lo vi, pero me encaprichó un libro sobre mitos y leyendas de Venezuela, lo debí leer al menos unas veinte veces durante esos días, estoy segura que ya me sabía varias historias de memoria, esto ocurrió en el tiempo en el cual, en el colegio, nos hacían leer libros de autoayuda que, puedo jurar, hicieron que varios niños odiaran la lectura, nos hacían leer ocho o diez páginas en voz alta, alternándose, de libros como "La princesa que creía en los cuentos de hadas" o "El caballero de la armadura oxidada."

Pero un año, una profesora nos dijo que podíamos escoger cualquier libro que quisiéramos, leerlo en voz baja en nuestra hora de lectura y luego contarle a nuestros compañeros de qué se trataba, la verdad no recuerdo qué libro escogí pero si recuerdo que mi compañera Andrea escogió "El diario de Ana Frank" y nos contó sobre la pequeña niña judía que vivía escondida con sus padres y su hermana, quedé fascinada con la historia y le pedí el libro a mí mamá, así empezó mi curiosidad por los conflictos bélicos y las dictaduras del siglo XX, que me acompaña hasta hoy.

Yo me sentía encantada, y cuando terminé "El diario de Ana Frank" hice una búsqueda en Google "libros de la Alemania Nazi" no sé si a mí mamá le parecía extraño, ella jamás me prohibió leer ningún libro, en ese tiempo coleccionaba revistas "Muy interesante" y "National Geographic" estaba intentando descubrir qué me generaba más pasión, el arte, la historia, la ciencia y mi mamá jamás me puso límites, leí "El niño con el pijama de rayas", "el falsificador de pasaportes" y "Los hornos de Hitler", mi familia empezó a decir que siempre estaba con un libro bajo el brazo.

Así que mi abuela mandó a instalar una biblioteca, y todos los libros de la casa salieron de su escondite, pasaron de estar guardados durante años a abrirse para mí, leí Hamlet, Romeo y Julieta, El Rey Lear de Shakespeare, leí a Ernesto Sabato y novelas juveniles como Pregúntale a Alicia, Lo ha dicho Harriet o Nacida inocente, que me dieron una perspectiva muy diferente de la vida, este fue el tiempo en el cual descubrí a Isabel Allende con "La ciudad de las bestias" ella se convirtió en mi modelo a seguir, por fin lo veía claramente, tenía que ser escritora.

Como dije, ya tenía fama de lectora, y fue durante una profunda depresión cuando tenía trece o catorce años, que leí Harry Potter y la piedra filosofal, devoré la saga entera y luego solo quería más, descubrí el PDF y comencé a leer literatura juvenil como una obsesionada, leí "Los juegos del hambre", "Percy Jackson", "Las crónicas de Narnia", "Hush Hush." "Divergente" y bueno, pare de contar, leía libros en uno o dos días y acababa llorando a mares.

Y para mi cumpleaños mi mejor amiga Samanta me cambió la vida sin saberlo, me regaló mi segundo libro favorito "La casa de los espíritus" de Isabel Allende, entonces, ocurrió lo inevitable... me enamoré.

El amor de mi vida era alto, de complexión robusta, huraño y esquivo, usaba lentes gruesos de pasta y estudiaba medicina, Jaime Trueba, en mi opinión adolescente, sólo tenía un defecto: era de izquierda.

Cuando Jaime murió, mis amigas se hartaron de mí, porque no había momento en que no lloriqueara por su muerte, estaba devastada ¿Cómo iba a morir humillado el amor de mi vida? ¿Cómo un ser tan puro y de espíritu libre iba a acabar presentándose ante su padre, desnudo y amarrado, antes de acabar su camino a lo que sea que haya después de la muerte? ¿Cómo iba a morir mi amado Jaime, tan atormentado?

Aquí empezaron mis problemas, me enamoré de Draco Malfoy, Fred Weasley, Theodore Nott, Fitzwilliam Darcy, El Coronel Brandon, August Waters y básicamente cualquier hombre escrito.

Mi libro favorito lo encontré sin portada, en una tienda de libros usados, era un libro pequeño, tal vez 300 páginas, de cuero negro, "Rojos" de Bárbara Gelb. Me convertí en una amante de las biografías, lectora habitual de historia y de artículos de la Unión Soviética, y por supuesto, predicadora del amor de Louise Bryant y John Reed.

Cuando mi tía se mudó con nosotras, trajo consigo una enorme caja de libros, ahí conocí a Gabriel García Márquez, con memorias de mis putas tristes, El amor en los tiempos del cólera y mi favorito, Cien años de soledad, descubrí a Gabriela Mistral, Benedetti, Vargas Llosa (con uno de sus mejores, La ciudad y los perros) 

Así pasé mi vida, tengo un libro que me recuerda cada acontecimiento importante, intenté leer Ana Karenina a los quince, no pude, lo leí a los 20, cuando empecé a leer a Dostoyevski, Nabokov y Máximo Gorki, la época en la que me enamoré de la literatura rusa, intenté leer clásicos a los dieciséis, pero no pude, así que leí "La insoportable levedad del ser", "Matar a un ruiseñor" y "El guardián entre el centeno" a los veintidós, y cuando me sentía triste, leía La casa de los espíritus o Cien años de soledad, y cuando olvidaba quién era, leía Rojos.

A veces las historias se mezclan en mi cabeza y acabo confundida, pero cuando mi psicológa me preguntó "¿Qué te hace feliz?" Respondí sin pensar: Leer.




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