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Mostrando entradas de julio, 2016

Un milagro.

Tardé un segundo en darme cuenta de lo que intentaba hacer, lo miré fijamente y estallé en carcajadas. -¿Hablas en serio?- Pregunté entre risas. Él comenzó a reír también. -Muy en serio.- Dijo aún extendiendo su mano, yo la tomé, sonriendo ampliamente, la idea de él bailando se me hacía sumamente graciosa, pero cuánto quería estar cerca de él. Me pegué a su cuerpo, tomando su mano y poniendo la otra en su hombro, sentí la suya en la cintura, firme y segura, amaba eso de él, era excesivamente seguro de sí mismo, no necesitaba demostrarle nada a nadie. Besó mi cabeza con suavidad, sentí su barba rozarme la frente y sonreí contra su pecho.  -¿Sabes? Pasado tanto tiempo de hablar y conocernos, teniéndote cerca todos estos momentos, y disfrutando de tu grata compañía yo considero prudente...-Dije riendo suavemente, sabía cuánto le gustaba que adornara las cosas. -Dilo.- Me pidió, casi suplicante, mientras hundía más sus dedos en mi cintura. -Te quiero, bichito.- Susurré suavemente, y

Corto para el alma.

Me gusta cuando me recojo el cabello en un moño y estoy todo el día ocupada, enfundada en un uniforme detestable, en un lugar incómodo por horas y horas, pensando en estar entre tus brazos cálidos, y luego regreso a casa, tomo una ducha, entro a la cama y me escurro a tu lado. Y me suelto el cabello, rebelde y abundante, que desprende enseguida un delicioso olor a frutas, y me besas en cuello y los labios. T engo ganas de sentirte cálido, rodeándome. Me gusta cuando salgo del baño desnuda, y me observas atento, con el cabello cubriéndome la espalda y los defectos, me tomas de las caderas, con tus manos grandes y ásperas, me besas el vientre, y bajas y bajas. Me gustas, arrodillado ante mí, como una diosa, cuando enredo los dedos en tu cabello, y pongo la cabeza hacia atrás, mirando al cielo, porque sólo de ahí puede venir tanto placer. Me gusta cuando me rodeas con tus brazos, y nuestros alientos se mezclan, y puedo sentir tu piel bajo mi tacto.

Buenos días, cielo. II

Comía sus camarones alegre, estaba tan absolutamente feliz de todo a su alrededor, de la música tropical de ese restaurante, de su amado sentado frente a sí, de esa deliciosa comida, lo miró y notó que la observaba, sonrió más ampliamente si cabía, era imposible ser tan feliz. Siguió hablando sin parar, a veces ni siquiera reparaba en lo que decía, contó un chiste que recordó, pero no lo escuchó reír a carcajadas. -¿Entendiste el chiste?- Preguntó riendo, él asintió y comenzó a reír, pero ella notó que no la estaba escuchando y se preguntó dónde estaba su cabeza en ese momento, siempre parecía un poco ajeno a ella, pero la verdad es que eso no le molestaba.  Terminaron de comer y se fueron a la posada caminando por la playa, adoraba todo eso, la arena fría bajo sus pies, el olor a mar, y su mano fuerte tomando la de ella. No podía evitar correr y bailar, porque se sentía con ganas de correr y bailar, él la hacía sentir así, embriagada de felicidad. Llegaron a la fogata que organiz

Buenos días, princesa II

Se detuvo un momento a pensar porque ahora que lo notaba, ese momento, ese preciso instante era el más feliz de su vida. Ella parecía no haberlo notado, seguía degustando sus camarones, sonrió ampliamente al verlo observarla y continuó parloteando sin darse cuenta de nada, sin notar que estaba siendo participe del mejor momento que podía recordar. Se acomodó el cabello detrás de la oreja, se veía preciosa, tenía la piel bronceada, pues ya llevaban varios días en la playa y el cabello al natural, nunca se lo dejaba al natural, con lo precioso que le quedaba, no podía saber de qué hablaba pero veía sus labios moverse y reír, y él reía, porque ella lo hacía feliz. -¿Entendiste el chiste?- Preguntó ella riendo a carcajadas.  Él asintió riendo igualmente pero la verdad es que no sabía de qué hablaba. Cuando terminaron de comer caminaron por la playa hacia la posada donde se hospedaban, ella reía y corría con ese vestido mínimo que dejaba ver su bañador, estaba descalza, parecía una niñ

Buenos días, cielo.

Se había percatado de su presencia desde que entró, pero le gustaba que él pensara que no, siguió en lo suyo viendo su reflejo en el espejo junto a su escritorio, cuánto le gustaba sentirse observada por él, luego de un rato sonrió sin poder evitarlo y volteó a mirarlo. -¿Qué pasa?- Preguntó.  -Es sábado...- Murmuró él. -Vamos a bailar, llevas mucho rato estudiando.- Dijo acercánose a acariciarle la nuca. Y era cierto, llevaba mucho rato estudiando, desde muy temprano, le apetecían unas cervezas, asintió levemente. -Vamos a bailar.-  Comenzó a organizar sus apuntes mientras él se arreglaba, no podía entender cómo lo hacía tan rápido, pero le encantaba verlo salir con la toalla en las caderas y mirar el clóset por unos segundos, ponerse una camisa, unos jeans, peinarse, verse guapo y oler a ese delicioso perfume que usaba. Le acarició levemente la mejilla sintiendo su barba entre los dedos, y fue a ducharse, mientras se maquillaba lo vio observarla, la hacía sentir hermosa, como s

Buenos días, princesa.

Él sólo podía observar la forma en que sus dedos tecleaban rápido, en que sus ojos leían ávidamente las líneas en la pantalla, como tomaba el lápiz y anotaba algo de vez en cuando o mordía la punta distraída, le gustaba la forma en que se acomodaba los lentes en el puente de la nariz, y parecía no parpadear.  Tenía el cabello recogido en un moño alto y desordenado y su cuello quedaba al descubierto, le gustaba ese pedacito de piel que se asomaba entre el cuello de la camiseta y su cabello, con piel suave y finos vellos rubios, le hacía gracia, sólo pensaba cómo se sentiría pasar sus dedos por ahí, ella pareció salir de un letargo y se volteó a mirarlo, sonrió levemente. -¿Qué pasa?- Preguntó sonriente. -Es sábado...- Murmuró él. -Vamos a bailar, llevas mucho rato estudiando.- Dijo acercándose y acariciando ahí donde tanto había observado. Ella se estiró y asintió. -Vamos a bailar.- Dijo sonriente, y se levantó para ir a arreglarse.  Otra cosa que le encantaba, verla arreglarse. 

Llévame

Te veo lejos, y no me importa si eres falso o verdadero, no me importa si estás siendo sincero –quizá porque estás lejos, no lo sé.- Y siempre tengo ganas de pedirte que me lleves, quizá porque irme sola me da demasiado miedo. Llévame, llévame a ese lugar donde el amor es verdadero, donde las narices se tocan antes de los besos largos y placenteros, las manos exploran y tocan, y sienten, realmente sienten la piel ardiente bajo los dedos. Llévame a ese lugar donde mi tiempo no es dinero, donde puedo estar entre tus brazos protegiéndome del frío y del miedo, donde me das besos suaves y calientes en la nuca, y me siento tibia con tus piernas rodeándome. Llévame a dónde estamos juntos, a donde nada es verdad o mentira, sólo es, llévame a donde está la libertad, donde tu piel es patria para mis manos, donde eres mío, o le perteneces al viento, o no le perteneces a nada, donde puedo oler tu piel y sentir tu barba haciéndome cosquillas en los muslos. Siempre te siento cerca, a pes