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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Como ying y yang.

Caminaba apresurada, sus rizos castaños se movían violentamente al compás de su paso y el contoneo de sus caderas hacía que su falda a la rodilla tuviese un movimiento divertido, él sólo caminaba a su lado, observándola.  Hacía siete meses que conocía a aquella chica de profundos ojos cafés, la vio sentada en la sala de espera de un dentista y comenzó una conversación con ella como quien no quiere la cosa, para terminar saliendo a tomar un café y cinco meses después pidiéndole que fuese su novia, él no podía creer su suerte, ella era tan hermosa, sus 160 centímetros en totalidad, desde sus rizos castaños hasta las pecas que abarcaban sus mejillas y parte de su nariz, su cuello pálido y estilizado, su hermosa cintura, sus piernas torneadas y aquellos pequeños pies que a él le parecían tan graciosos, la amaba, simplemente la amaba. Ella parecía ir ajena a todo, tomado de su mano iba el chico moreno que había conocido en el dentista y que le había parecido tan molesto... un hermoso mor

Cadenas.

Caminaba descalza, como ajena a todo, como despistada, como ausente, sólo sentía el aire en mi cara, que golpeaba con fuerza secando levemente mis lágrimas y dejando una sombra, como un sendero por mis mejillas, también sentía la hierba debajo de mis pies, como fino algodón, o como seda, como si flotara, como si no estuviese ahí y llegué a la sombra de aquel frondoso abeto, ese árbol que me acogió, me protegió del sol ardiente y de la lluvia que caía suave y despreocupada. No pensaba en nada, o quizá si, pensaba en él, tenía una pequeña caja en mis manos, llena de cartas, de fotos, de momentos, de te amos, de mentiras, de lágrimas, de letras absurdas.  Tomé una por una cada foto entre mis dedos, solté las últimas lágrimas y luego la rasgue justo como él había rasgado mi corazón y mi confianza. Sus cartas, dibujos, me deshice de todos ellos, como para omitir que él alguna vez estuvo en mi vida, y es que me causaba tanto dolor, miedo, inseguridad, duda, incertidumbre...  Después de e

Una rosa blanca.

"Y cuando ya no esté aquí, una rosa blanca tomará mi lugar." Lloraba, lloraba las noches por no tenerla a su lado, él sabía que la necesitaba, que la amaba más cada día, sabía que por cada noche que pasaba sin ella se le iba la vida, él mataría por ella, rompería sus ideales, destaparía sus mentiras, se revelaría ante ese hombre que siempre estuvo con él sólo por estar con ella, porque no se fuera de su lado.  Ambos sabían que uno de los dos tenía que morir, cada noche que se veían se despedían pues no sabían cuando sería la última, hasta ese día, ese día que él tuvo que dejar todo e irse, caminando hacia el sufrimiento, dejándola sin explicaciones para que ella pudiera ser feliz incluso sin él. Había hecho cosas horribles, pero a ella no le importaba pues cuando estaban juntos eran simplemente humanos. Su inocencia murió cuando se enamoraron, no porque el amor los haga así sino porque se condenaron a vivir una vida de dolor y sufrimiento estando separados. Y cuando se

Clandestino.

Ahí estaban, abrazándose en el frío invernal de un Londres que ninguno de los dos conocía, habían vivido allí toda su vida pero hasta ese momento, hasta ese instante en el que se dieron cuenta que se amaban fue que pudieron ver la belleza que había a su alrededor, ella siempre la miraba, pero nunca la veía, él en cambio siempre caminaba ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor, con un destino más que marcado la belleza de una ciudad era algo sin importancia.  Ella lo abrazaba, hundía su cabeza en el pecho robusto de su chico, él olía sus cabellos, se fundieron en un abrazo que no llevaba más que amor, pues cuando estaban ahí, juntos, solos, olvidaban todos sus problemas y sólo existían ellos, el resto del mundo se desvanecía, quedando poco más que una simple grieta en sus corazones. Ella, su amada, esa mujer que dichosamente podía ver cada noche cuando se quitaban las caretas y las dejaban bajo la almohada, junto con sus prejuicios, sus miedos, sus complejos, sus problemas...  Él,

El contoneo de sus caderas.

Muchas veces le pidió, como un favor, un abrazo, un beso, una caricia, ella aceptaba pero no sabía el enorme daño que le hacía a su pálido amigo de ojos grises. El seguía el contoneo de sus caderas por las calles de París, desde el auto veía sus finas facciones, sus femeninos gestos, pero no se atrevía a bajarse y declararse. Compró flores, joyas, regalos, escribió cartas, cosas que nunca entregó. Ella disfrutaba enamorarse, de todos menos de él, él disfrutaba mirar sus pechos ligeramente caídos por encima de la camiseta que le pertenecía, sus manos finas pero con dedos regordetes, sus cabellos ondulados y castaños que caían desordenados sobre sus hombros. Cada mes llegaba seis o siete veces llorando a su casa, diciéndole las estupideces que cometía un canalla, él como buen amigo le brindaba asilo, helado, abrazos, besos y todo cuanto ella quisiera, diciendo que él sólo quería hacerla sentir bien, escondiendo debajo el más puro amor.  Pasó de ser un conocido, a un amigo, luego su

¿Lo tomas o lo dejas?

Lágrimas que corrían rebeldes por mis mejillas, como soldados en una constante lucha de la razón y mi corazón.  Errores acumulados uno por uno como granos en un saco.  Miedo, a perderte, a estar lejos de ti, a equivocarme, a que nunca pidas perdón.  A veces quisiera poder separarme de él, de todo lo que tiene que ver con él, siento que mi vida sería más fácil sin tantos enfrentamientos, sin enojarme hasta tirar todo, sin llorar por las noches o en la ducha para que nadie me pregunte nada y luego despertar con una sonrisa para empezar un día maravilloso. Pero una parte de mí está segura que con él, con sus besos, cierta parte del dolor se hace más llevadero, más ligero.  Creo que mi problema es que me gusta controlar a las personas, quiero que todo sea perfecto y justo a la medida y la vida no es así, a veces me pregunto  si soy yo la del problema y sé que si, en gran parte.  Sinceramente no puedo cambiar, sólo puedo poner las cartas sobre la mesa y decirle ¿Lo tomas o lo dejas? 

Dramione: Capítulo 20: Sin ti a mi lado.

-Draco... yo no quería decírtelo, yo... tenía tanto miedo.- lloraba Hermione ensangrentada. -¿Qué? ¿¡DE QUÉ HABLAS HERMIONE!?- Gritó Draco llorando y corriendo hacia ella. -¡Estaba embarazada, pocos meses! ¡Lo siento Draco!- Gritaba ella mientras iba perdiendo fuerzas.  -¡NO! ¡NO MIERDA NO!- Gritaba Draco mientras lloraba sobre Hermione quien iba quedando sin vida poco a poco. -¡Mierda Hermione! ¿Por qué?- Gritaba él llorando como un niño, Harry se acercó y lo tomó, Draco se soltó bruscamente. -Esta muerta Draquito.- Reía Pansy. -¡Cállate perra! ¡Haré que te maten en Azkaban, te vas a podrir ahí maldita!- Gritaba Draco, horribles cosas salían de su boca. Luego de que se calmó llevaron el cuerpo de Hermione a San Mundo donde le hicieron examen llegando a la conclusión de que perdió el bebé en el crucio que le hizo Pansy y la pérdida de sangre la mató. Y ahí estaba Draco, frente a la tumba de su esposa, la única mujer que había amado con el pequeño Theo. -No vale la pena que llor

Dramione: Capítulo 19: Serpientes... traicioneras.

Se veían maldiciones por todos lados, arriba, abajo...  En eso Draco vio como Fenrir Greyback se lanzó sobre Hemione casi comiéndole la cara, corrió hacia él y le lanzó un hechizo aturdidor, luego lo atrapó con un hechizo de cuerdas, así poco a poco fueron cayendo mortífagos, y asesinaron a Bill... George al verlo caer recordó a Fred y se enojó tanto que asesinó a Rabastán Lestrange, el autor de la maldición, no le importaron las consecuencias, esa guerra estaba acabando poco a poco con toda su familia.  Después de duras maldiciones sólo quedaban en pie Zabini, Antonin Dolohov y Walden Mcnair, los demás estaban atados, habían matado a Bill y herido fuertemente a Luna y a Ron, pero ellos no se rendían, a George ni siquiera le hubiese importado perder la oreja que le quedaba.  Zabini lanzaba maldiciones a diestra y siniestra cuando notó cuantos de los suyos quedaban y corrió... tras Hermione, la tomó por el cuello. -¡PAREN!- Un movimiento más y mato a la sangre sucia.- Dijo sostenien