Los que se van.

Hoy, una amiga cercana anunció que se iba del país, dijo que ya no podía más, que esta situación cada vez era más crítica y que cada día se le hacía más difícil sobrevivir. Se me rompió el corazón y los ojos se me llenaron de lágrimas, ella me dijo que por favor no llorara, que ella también me iba a extrañar. 
Pero yo no lloraba sólo porque la voy a extrañar.
Lloraba porque después de tanto tiempo, me toca a mí, me toca despedir a alguien a quién aprecio, me toca darme cuenta de que todos se van, de una u otra manera se van, porque en este país la vida se está volviendo imposible.
Lloraba porque pensaba en mi vida aquí, mi vida de estudiante universitaria que cada día es más difícil, mi vida y la de tantos millones de venezolanos, donde los examanes pasan a segundo plano, porque nos tenemos que levantar pensando "¿Será que hoy hay clase?" "¿Será que el profesor si va a ir o aún estará de paro?" "Ojalá no me roben saliendo de la facultad" "¿Compro comida o compro tal libro?" "Hoy salgo tarde, voy a pedir prestado para el taxi, porque esperar autobús afuera de la facultad es salir robado."
Lloraba porque pensaba que ahora, con suerte y esfuerzo, ella podrá cumplir sus sueños, comprar una casa, tener una familia, criar a sus hijos, mientras millones de mujeres lloran frustradas porque no han vendido leche, y da lo mismo, porque si venden, la quincena no le alcanzó, así que ya no tiene para comprar. 
Lloré porque me imaginé su reacción al llegar a otro país y entrar al súpermercado, escoger los víveres e irse a su casa, lloré porque luego me imaginé mi reacción cuando veo que no hay pollo, o miro el precio de la carne. 
Lloré por ella también, porque me imaginé el vacío que va a sentir en su corazón al despertarse, un vacío del tamaño de Venezuela, porque pensé que cuando saliera en la noche se iba a preguntar si todos aquí llegamos a dormir la noche anterior, lloré porque pensé lo mucho que iba a extrañar su país, y lo segura y a salvo que se iba a sentir en aquel extraño lugar, lloré porque me dijo que siente culpa de irse. 
Pero sinceramente ¿Quién la culpa? Yo no creo en eso de que el que se queda lucha y el que se va se rinde, yo creo que el que se va tiene su propia forma de luchar, porque en este país cada quién lucha por sí mismo, porque si lucháramos todos los que nos quedamos la cosa sería muy diferente.
Lloré hoy porque no sé si mañana pueda llorar. Porque no sé si voy a estar viva para llorar, porque no puedo hacer planes, porque me da miedo hacer planes y pensar que no los voy a poder cumplir. 
Lloré porque yo también quiero vivir, trabajar duro, formar una familia, y cumplir mis sueños, pero este país me encerró en una caja, no me dejan hacer nada, y lo que hago, me lo quitan. 

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