Conozco una mamá.

Tengo 18 años, hace 18 años mi mamá caminaba por ahí con una barrigota dentro de la cual nadaba yo pacíficamente, supongo que desde ese momento mi mamá puede ser llamada mamá, mi mamá, divertida y a veces histérica, jugaba conmigo para que no me aburriera y me hacía peinados alocados que me hacían ver graciosa, mi mamá que a veces me saca de quicio pero que sé que me ama y que sin ella la vida sería amarga. 
Pero mi mamá, hermosa y sensible, no es la única mamá que conozco, en 18 años uno conoce muchos tipos de mamás... 
La primera mamá que recuerdo, además de la mía, es la mamá de mi mamá (Cómo no) que no parece de este mundo, que no se cansa, que no envejece, que permanece joven y fuerte, luchando contra las mareas y los vientos para mantenernos a flote, hermosa, presente en la salud y mucho más presente en la enfermedad, con un llanto capaz de ablandar el material más fuerte del mundo. 
Conocí otra mamá, que no es mamá pero es mi mamá, mi mejor amiga, mi consejera, la que me llevaba a clase y me toleraba por las tardes, cuando yo corría en pañales por la calle y la despertaba metiéndole el dedo babeado en la oreja (y me ama a pesar de eso) la que se fue, y cada que volvía me hacía llorar de felicidad.
Conocí una mamá que jugaba cartas en la cama y fumaba, hacía tortas de chocolate (las mejores tortas de chocolate) y me parecía un mujer mística de delgados y blancos dedos. Hacía los mejores macarrones con queso de la historia.
Conocí una mamá que sentí como mía, la mamá de quién era mi mejor amiga, con la espalda llena de pecas y una risa fácil, divertida, auténtica, extrovertida, una mamá que ha sabido salir adelante y que admiro.
He conocido mamás que ya no tienen hijos, cuyos ojos se llenan de lágrimas estos días y se preguntan dónde estarán aquellos que se fueron.
Conozco una mamá con una vida llena de baches, a quién Dios le ha dado muchos años, y le dará muchos más, porque algunos no podrían vivir sin ella, que parece invencible e incasable, que a veces es necia, pero que sé que ama, que crío muchos hijos, y una hija, que también fue mamá, y que ahora cuida a sus nietos, que sin ella no serían las personas maravillosas que conozco, ella crío a alguien que me hizo muy feliz.
Conozco a una mamá a la que admiro, trabajadora incansable, inteligente y perfeccionista, con emociones de hierro, pero que también siente, una mamá que me ha enseñado muchísimo, que fue mi jefa, pero que sentí como una guía, que ha criado a un hijo maravilloso, desde muy joven.
Conozco a una mamá, que aunque sólo tiene dos hijos parece tener muchos más, una mamá que es un ángel, que lleva paz a dónde va, que con sus ojos claros apacigua a cualquiera y que tiene una paciencia infinita con los niños de su vida. 
Conozco a una mamá, que parece una enorme mariposa, que corre de aquí para allá, llevando una casa en su control. 
Conozco a una mamá que vive lejos de su hijo, pero que siempre lo tiene cerca, que lo ama y que me ha hecho sentir como una hija. 
Finalmente, hace poco conocí a una mamá, una que no tiene miedo de decir lo que piensa, que se ve hermosa todos los días, es sumamente inteligente y que tiene una gracia muy especial, una mamá que trajo al mundo al hombre que amo, y con quién estoy sumamente agradecida.  
Conozco muchas mamás, mamás que ya no están, mamás que no parecen mamás, y otras mujeres que aunque no son mamás parecen mamás. 
Mi abuela siempre dice "Madre es madre, aunque sea de apio." Mi mamá no es de apio, mi mamá está hecha de amor y experiencia, como todas las mamás. 

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