Una noche.

Estaban sentados frente a frente y podía jurar que ahí, bajo esas luces tenues y con un par de cervezas encima parecía más hermosa si se podía.
Llevaba una blusa con los hombros descubiertos y de mangas largas y un jean negro a la cintura con zapatos de tacón, iba maquillada y tenía el cabello suelto sobre los hombros, estaba más hermosa que nunca.
Tenía su mano izquierda sobre la mesa, tan cerca de la de ella que podía rozar sus dedos si los estiraba, pero ella parecía ajena al hecho, observaba sus hombros desnudos, la forma en que reía, sus ojos fijamente posados sobre los suyos y sólo podía pensar en que sería suya.
Ella, por su parte, sólo podía observar como sus labios se movían, podía decir que ya estaba enamorada de esos ojos marrón profundos y expresivos, pero sería demasiado, ella sí se percataba de la cercanía de su mano ¿cómo no hacerlo? si incluso con la mesa de por medio podía sentir el calor que emanaba su cuerpo, Dios, tenía tantas ganas de tenerlo cerca.
Hablaron mucho rato y rieron todo el tiempo, ella podía pasar horas mirando esa sonrisa perfecta, escuchando sus carcajadas deliciosas, y él sentía que tenía el mundo en sus manos cuando ella se cubría los labios para reírse y cerraba los ojos.
Si aquello no era amor, no sé lo que era.
Cinco cervezas más tarde, él se había movido a la silla a su lado, y tomaba su mano con cierta timidez, ella apoyó la barbilla en su hombro para decirle algo al oído, el calor de su aliento logró hacerle sentir cosquillas en todo el cuerpo, y le sacó una sonrisa, depositó un beso suave en su mejilla, y su barba le hizo consquillas en los labios.
Qué deleite. 
Se miraron a los ojos, para ella fue una eternidad, pudo sentir que el mundo continuaba a su alrededor pero esa era una realidad ajena a ellos, algo que carecía de importancia, él puso sus mano en su mejilla, suave y delicada, en un gesto extraño para una persona tan masculina y la besó con delicadeza.
Parecía que tenía toda la vida esperando por ese dulce momento. 
Al separarse ella pareció quedarse con su alma y viceversa.
En ese momento supo que nunca más quería besar otros labios que los de aquella mujer.

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