Alivio.

 La botella de tequila ya iba por la mitad, empezaba a considerar que tal vez no había sido buena idea abrirla en primer lugar, pero ya era tarde para pensar en eso.

Era tarde para pensar en cualquier cosa, en realidad, el reloj marcaba las cuatro de la mañana y ella seguía frente a una hoja en blanco, tenía el sentimiento saliendo a raudales de su pecho, pero de repente no encontraba las palabras para describirlo, últimamente eso le pasaba más de lo habitual, sentía, sentía y se deshacía cuando tocaba escribir.

A veces se preguntaba si había un manual de instrucciones para resolver eso, tal vez era de conocimiento público y ella había pasado demasiado tiempo encerrada en sí misma para descubrirlo.

La verdad es que no quería escribir sobre lo mismo de siempre, el amor era un tema constante en sus cuadernos, a pesar de que no terminaba de entenderlo.

Era complicado, no el amor, sino su relación con el amor, siempre sentía que daba demasiado y recibía muy poco, pero constantemente se consideraba insuficiente para cualquiera, como si fuera pésima para amar, pero lo intentara con tanta fuerza que terminaba ardiendo, quería ser el tipo de amante cálida y paciente, pero la verdad es que en ese punto de su vida se había dado cuenta que era un huracán, demasiado intensa, como el café oscuro, caliente y dulce que se tomaba por las mañanas, se preguntaba constantemente si alguna vez sería fácil de digerir.

Otro shot de tequila.

A ese paso no sólo no iba a escribir, sino que iba a acabar borracha como una cuba y con una resaca invivible al día siguiente.

“Amor” escribió con su caligrafía pequeña y negó con una sonrisa, no podía ser posible que ella no pudiera hablar de amor, cuando su pecho se desbordaba constantemente de sentimientos y a veces también de dolor.

“Dolor” escribió al lado y en seguida lo tachó con frustración, no podía ser que con tanto dinero gastado en terapia siguiera pensando que el amor tenía que doler, honestamente siempre se había creído una heroína trágica, miró la estantería junto a su escritorio y Emily Brontë le devolvió un guiño, no, tal vez era trágica, pero heroína le quedaba muy grande.

Otro shot de tequila.

En ese punto se rendía, no sabía qué escribir, el sentimiento que se le atoraba en la garganta no tenía nombre y ella ya se sentía demasiado triste para buscarlo, es más, ni siquiera estaba segura de que tuviera nada que ver con el amor.

Se levantó y caminó al baño, una mujer pálida de cabello rojizo desordenado le devolvió una mirada llena de reproche.

-Mira lo que nos has hecho- murmuró. -No fue con intención, esto sólo se me salió de control.- Se respondió a sí misma.

Caminó hasta la cama, dispuesta a dormir y encontró su cuerpo semidesnudo respirando suave, profundamente dormido, la boca ligeramente abierta y una expresión de completa desconexión en la cara, sonrió al mirarlo, se acostó a su lado, se envolvió en las cobijas y lo abrazó, él se volteó enseguida y depositó un casto beso en su cabeza.

-Otra vez no puedes dormir.- Murmuró con voz pegajosa.

-Otra vez no puedo escribir.-

Gruñó en respuesta.

Su piel se sentía cálida y suave contra su torso, rápidamente lo escuchó dormirse de nuevo, sin soltarla, tan pequeñita entre sus brazos, lo miró largo rato, sonriendo sin darse cuenta, entonces se escapó de su agarre y caminó sigilosa al escritorio, el reloj ya daba casi las cinco y escuchaba unas aves cantar afuera de la ventana.

“El amor tiene una forma clara y visible, respira suave, duerme profundamente con la boca ligeramente abierta y cuando te encuentra destruida te envuelve y te besa en la cabeza.”

Otro shot de tequila, así debe sentirse el hogar.

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