¿Cómo llamarle?

Corrí sin saber a dónde iba, con lágrimas en los ojos, me ardían las piernas y el dolor era insoportable, pero no tanto como el dolor y el miedo que me daba quedarme, corrí hasta que no pude más, y caí de rodillas en el piso frío, llorando, sola, rota...
Después de un tiempo dejé de llorar, me abracé a mi misma, y luego sólo me acosté en el piso frío, con la mirada perdida, respirando pausadamente, me levanté con cuidado y comencé a caminar sin prestar atención a nada, ignoré el mundo, puse muros a mi al rededor, huí de todo lo que parecía prometedor, una posible amenaza. 
Y llegaste tú.
Traté de huir, juro que traté de huir, pero asomé la cabeza, por pura curiosidad, y con tu mirada sincera hiciste que perdiera los papeles, poco a poco fui rompiendo mis muros y te di todo, todo.
Ahora estoy aquí, frente a ti, enamorada, vulnerable, insegura, tuya.
Sólo tuya.
Y si vuelve a suceder lo mismo ¿Qué más da? Vuelvo a correr, vuelvo a llorar, vuelvo a caer y vuelvo a levantarme, pero que sepas que confío en ti, te doy mis alas, y cuándo quieras libertad... vete, yo te sigo amando, te seguiré amando. 
 Siempre.

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