Casualidades.

Ese libro era pésimo, terrible, aburrido, no sabía porqué lo estaba leyendo, ella era partidaria de "Si un libro te aburre, simplemente no lo leas" pero ahí estaba, sentada leyendo ese libro, miró su café humeante sobre la mesa, no podía concentrarse.
-¿Desea algo más?- Preguntó el mesero.
¿No sabían que cuando alguien está leyendo uno no debe molestarlo?
-Sí, tráigame un tiramisú de limón.- Susurró.
Odiaba el tiramisú y el limón ¿Qué rayos pasaba hoy? También detestaba ese café, era ruidoso, e iba demasiada gente, volvió a su libro.
-Su tiramisú.- 
Maldición, alguien debería darle lecciones de educación a ese tipo.
-Gracias.- Murmuró, le dio un bocado al postre y frunció el ceño... terrible.
Su día había sido pésimo, se trajo un libro terrible por equivocación, su librería favorita estaba cerrada al igual que el café que frecuentaba, su madre le ofreció buscarla una hora después de lo acordado y los colectivos ya no pasaban y además, el tiramisú estaba horrible.
-¿Puedo sentarme? El sitio está lleno.- 
Bufó exasperada, al demonio todo, al demonio el libro, el tiramisú y al demonio ese par de ojos negros que la habían interrumpido.
-¡Sí!- Masculló, y se detuvo... de repente, todo parecía haber mejorado.
El libro, el tiramisú, el clima, el café, el ruido, y esos ojos...
-Sí...- Susurró luego.
-Gracias.- El muchacho se sentó frente a ella, y abrió Ulises.
Sonrió y continuó leyendo el libro que hablaba sobre casualidades.

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