De la no-navidad.

A medida que envuelvo las bambalinas y las meto en la caja siento que la vida vuelve a la normalidad, no es que la navidad haya sido terrible, pero volver a la rutina siempre quita un peso de los hombros cuando uno está triste y melancólico.
Melancolía, palabra extraña. 
Me siento melancólica al ver los colores y las luces del ya incompleto árbol de navidad, extraño algo, hay algo que me falta, pero viéndolo con perspectiva, no se puede extrañar aquello que nunca se tuvo ¿O sí? ¿Se puede extrañar un lugar en el que nunca se estuvo o una persona que nunca conocimos? 
Soy una persona en extremo sensible, puedo llegar a las lágrimas por cualquier tontería, lloro de tristeza, de ternura, de emoción y de felicidad. 
Ser tan sensible parece molestar a la gente a mi al rededor, es como si cada vez que los ojos se me humedecen las personas sintieran un terrible fastidio. 
Lloro cuando me siento ofendida, aunque no me importe realmente y olvide la ofensa minutos más tarde. 
Lloro cuando veo una injusticia, incluso en los noticieros. 
Lloro cuando me siento abrumada, eventualmente realizo mi trabajo y cuando la presión se va, lloro.
Lloro cuando algo muy emocionante le pasa a alguien. 
Lloro cuando veo bodas o proposiciones.
A veces lloro cuando alguien me dice que me ama mirándome a los ojos y muy en serio. 
Lloro cuando me siento frustrada y molesta, cuando por más que intento algo no me sale.
Lloro ahora quitando las bambalinas del árbol, y también lloré cuando las puse.
Lloro porque te vas, pero lloro de todas formas cuando estás.
Lloro cuando no puedo entender algo.
Lloro cuando me doy cuenta que a las personas les molesta mi llanto. 
A ver, que lloro por todo. 
Es terrible ser tan excesivamente sentimental. 
Pero siempre siento el corazón ligerito. 

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