Lástima.

Hoy lloré, lloré como hace mucho tiempo no lloraba, y no lo hice porque otra vez me quedé esperando en la ventana, lo hice porque a pesar de saber que no vendrías, me senté a esperar en la ventana, y en medio de mi llanto rabioso y lleno de indignación me pregunté ¿Por qué? ¿Por qué sigo esperando algo que sé que no va a suceder? ¿Por qué sigo creyendo las mismas palabras una y otra vez? ¿Por qué me emociono aún sabiendo que me voy a decepcionar? ¿Por qué vuelvo a ser la niña de seis años que espera día tras días al hombre que nunca va a llegar? 
La única respuesta que pude darme fue: Porque aún eres demasiado ingenua, porque aún confías en las personas.
Porque aún te haces una historia en la cabeza que NO VA A SUCEDER. 
Pero venga, todo es más bonito aquí adentro, todo es mil veces mejor aquí adentro. 
Tú eres mil veces mejor visto desde acá.
En mi cabeza, tu tienes tantas ganas de estar a mi lado como yo, en todo el sentido de la palabra, e intentas resolver tus asuntos temprano para venir a verme al menos unos minutos, en mi cabeza, cuando estoy contigo me traes a casa, me das un beso y te aseguras de dejarme a salvo, porque en mi cabeza yo te preocupo y te importa mi bienestar.
En mi cabeza reímos a carcajadas bajo las sábanas, y me miras de una manera que me hace sentir la mujer más bonita del mundo, y sonríes, y me besas en los labios...
En mi cabeza me cuentas tus problemas, y escuchas mis consejos, me agradeces con una sonrisa y mis abrazos te aligeran la carga. 
En mi cabeza, cuando me siento triste no es por ti, y es a ti a quién acudo por protección y consuelo.
En mi cabeza somos muy felices.
Lástima la realidad ¿Verdad? 
Lástima tú y yo.
Lástima la pequeña esperando con una bandeja de cupcakes.
Lástima la mujer que aún llora por el hombre que nunca le da nada. 

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