Cinco.

Uno.
El vino moviéndose en la copa, el temblor de mi mano, las lágrimas que surcan mis mejillas, el corazón desbocado, el sentimiento de vacío, el miedo.
Dos.
La copa haciéndose añicos, mis ojos apretados para no ver nada, la sangre saliendo a cantidades inexplicables de mi mano, que aún retiene algunos cristales.
Tres.
El dolor en la planta de los pies, producto de las pisadas sobre el cristal, dolor que no se iguala al dolor sentimental, la rabia, mis mandíbulas apretadas.
Cuatro.
Tus brazos rodeándome mientras me sacudo, los gritos que parecen rasgar mi garganta, las ganas de ser libres, y el llanto.
Cinco.
Tus palabras suaves en mi oído, mi corazón latiendo cada vez más lento, la sensibilidad volviendo, el dolor agudizándose, la sangre, y tus lágrimas preocupadas cayendo en mi rostro.

-Perdón.- Murmuré con voz cansada. 
-¿Qué pretendías?- Preguntaste entre molesto y preocupado.
-Yo sólo quería igualar el dolor...- Susurré mirando al vacío.
-¿Igualarlo?-
Asentí mientras sonreía irónica. 
-Igualar el físico y el sentimental.- Expliqué.
Tus dedos rozaron mi mejilla mientras yo te enfocaba...
Fue la última vez que te vi, te perdí en cinco simples pasos, porque nadie es suficientemente fuerte para cargar con todo esto, nadie sobrevive al abismo en que caí, nadie.

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